miércoles, 11 de septiembre de 2013

5. Amistad.

Cuando nos separamos, Jonathan me agarró dulcemente de la barbilla.
-No dejaré que ese tío te arruine la vida, me ¿oyes? No dejaré que eso pase. 
Asentí, y el me soltó. 
Le miré.
-¿Qué haces aquí? ¿Cómo sabías que…?
-Lo supuse-dijo Jonh, con las manos posadas en las rodillas-estabas realmente pálida en el porche. Sabía que te pasaba algo, aunque no me lo dijeras-alzó la cabeza y esbozó una sonrisa-¿de verdad pensabas que me ibas a engañar? Te conozco demasiado bien, mas que a mí mismo, Kate.
-Pero…-desvié la mirada-la chica…
-Ah, Emma-dijo Jonathan-le dije que se fuera en cuanto te fuiste-me miró, incómodo-oye Kate, no pienses que…
No le dejé acabar. Le hice callar alzando una mano. 
-¿Ahora vas a darme explicaciones acerca de tus citas?-pregunté.
Ahora fue Jonathan quien desvió la mirada.
-No me ha parecido bien que tuvieras que ver algo así…no después de…-se calló y me miró.
Ahora lo entendía. Tenía miedo de que hubiese tenido una especie de deja vú. No se me había pasado por la cabeza.
Contra todo pronóstico, me eché a reír. Jonh me miró, sorprendido.
-¿Qué es lo que te hace tanta gracia?
-Tu extremada preocupación-respondí, cogiéndole cariñosamente del brazo-no debes preocuparte por eso. Tú no me recuerdas para nada a Peter. Tú eres Jonathan, mi Jonathan. Nada más.
Jonh me pasó un brazo por encima de los hombros.
-Eso suena bien, ¿no te parece?-dijo, alzando la cabeza para mirar las estrellas.
-¿A que te refieres?
Bajó la mirada y sonrió como él solo sabía hacer.
-Jonathan, el único-dijo, imitando a la perfección a aquellos tipos encargados de hablar en los tráilers de las películas.
Le di un empujón cariñoso, pero luego apoyé mi cabeza en su pecho y alcé la cabeza para también observar las estrellas. Ahora que el cielo estaba mucho mas despejado, las estrellas podían contarse por millares. Alumbraban la noche de una manera casi mágica. 
Y Jonathan, mi Jonathan, estaba junto a mi, protegiéndome de todo aquello que intentara hacerme daño, incluida yo misma.

4. Abandono.


Recojo los platos rotos que tú siempre antepones a todo lo que tiene que ver conmigo, y estoy segura de que ya no puedo estar más destruida.

Me detengo y observo mi reflejo en el cristal que son tus ojos, y sólo puedo ver como te alejas cada vez más, sin detenerte a pensar si todo ésto merece la pena.
Si desesperarnos hasta enloquecer nos merece algo que no sea destrucción y tormento.
Y resuenan en mis oídos esos ecos pasados de gritos en cualquier estación, y me estalla el corazón sin remedio, como si pudiera oír cada uno de mis pensamientos.
Y tú estás cada vez más lejos, como retándome a seguirte o a quedarme sola para siempre.


La perspectiva de no tenerte, me sabe a hierro en los labios.

Pero aún así, sigo arrodillada en el suelo, recogiendo los recuerdos en pedazos que tú te encargaste de aniquilar y esparcir hasta casi hacerlos desaparecer. 
¿Puedes sentirte orgulloso después de ésto?
Jugamos al son que marcabas, y peleábamos por ver quien caería primero al abismo.
Nunca pensé que ganar fuera peor que perder, pero a veces, así es.
Y me encuentro sola, desgastada, destrozada, quejumbrosa, recogiendo todo lo que tú has ido tirando a la espalda, y recomponiendo a duras penas todo lo que queda de mi. 
Y a veces me pregunto si conocerte fue azar, o si el destino te puso ante mi para enseñarme qué no era el amor.
Lo único que sé a ciencia cierta, es que mi corazón cerró por reformas, y no tiene prisa alguna por volver.
Lo único que sé es que mudé sentimientos, hasta casi desaparecer.

3. Yo no quiero estar en otra piel.

Aún con todas mis batallas perdidas y sonrisas exterminadas, me quedo con quien soy.
Me gustar saber cuando algo va a provocarme una tristeza inmensa, o cuando mi corazón va a encogerse sin que nadie se de cuenta, sin que nadie pueda llegar a percibirlo.
No es saludable encerrar tanto sentimiento dentro, y sin embargo, no concibo más vida y realidad que esa como motor de todo lo que anhelo; como esperanza de todo por lo que un día yo luché.
A veces siento que algo no va bien en mi, que hay algún factor en mi que se estropeó por el camino, o que alguna pieza se desligó en mi evolución de niña a mujer. 
Es como si fuera toda yo un puzzle sin sentido en el que las instrucciones faltan, o están escritas en un idioma extraño y vasto. Como sí en realidad, nunca pudiera estar completa.
Pero entonces recuerdo todo lo que tuve que caminar para llegar hasta aquí.
Todo lo que sufrí, esperé, perdoné e ignoré.
Y entonces ocurre.
No quiero dejar de ser la chica que se entretiene observando la inmensidad de un campo lleno de rosas, o la que camina por la orilla de la playa en busca de consuelo agua-sal. 
Quiero seguir desconcertando a los demás con mi actitud y pensamiento, y quiero continuar entendiéndome más de lo que nadie nunca logrará comprender.
Aún con todas mis batallas perdidas y sonrisas exterminadas, me quedo con quien soy, aunque ello signifique tener que recorrer cada uno de los caminos y atajos de la vida, sola.