miércoles, 18 de septiembre de 2013

13. Confesión.

Me limité a mirar por la ventana, completamente absorta en mis pensamientos.
Sabía que mi madre seguía hablándome, o más bien, amonestándome por mi falta de pudor a la hora de exponer mis ideas, sin importar como afecten a los demás mis palabras. Siempre he sido así. Directa. Letal.

-...deberías haberme preguntado primero-finalizó, dándome un leve manotazo en el hombro para que reaccionara. 
La desilusioné estrepitosamente. 

Sentía, aún sin mirar, como a mi madre se le empezaba a agotar la paciencia.
Por lo general, era una mujer tranquila. Cuarenta y pocos, carácter apacible y maniático sentido del orden.
Yo, por el contrario, era todo caos y descontrol.
No era algo que me preocupara demasiado. Siempre habíamos sido diferentes, y creo que era eso mismo lo que, a ojos de los demás, nos hacía ver tan iguales.
Intenté enfocarla a través del reflejo del ventanal, y la vi ahí, menuda y con la exasperación dibujada en el rostro. Podía sentir cuanto le costaba ponerme en vereda, o por lo menos, hacer el intento de. Pero yo no podía cambiar de la noche a la mañana, ni de la mañana a la noche. Yo era como era desde que había tenido conciencia para sobrevivir en este mundo, y no iba a comportarme de manera distinta sólo porque a los demás no les gustara lo que tuviera que decir, máxime, si lo que yo decía eran verdades como templos de grandes.
Decidí darme la vuelta y acabar cuanto antes con el sermón.
La miré a los ojos he hice una mueca displicente.

-Mamá, te lo tomas demasiado a pecho. Solamente he sido sincera. ¿Así se paga la sinceridad en este mundo? ¿Con reproches y enfados?

Mi madre me miró como si fuera la primera vez que lo hacía, los ojos abiertos como platos. Tuve que contener el impulso de echarme a reír.

-¿Crees que decirle a la mujer de mi jefe que debería dejar los panecillos con mantequilla por el bien de su tarima flotante es... bueno, no sé, es lo correcto?- me preguntó, indignada.

-Creo recordar que no dije exactamente 'debería dejar los panecillos de mantequilla'-aclaré, acercándome pesarosa a la cama y tumbándome tranquilamente- dije 'Sería del agrado de todos que dejara de zamparse todos los emparedados de mantequilla que tanto me ha costado ir a comprar a la panadería'-le guiñé un ojo y disfruté de la máscara de asombro y estupefacción en la que se convirtió su rostro-creo que fui refinada en las formas, y usé un vocabulario culto.

Mi madre casi parecía dispuesta a la lanzarse sobre mi y asesinarme en cualquier momento, pero de repente (como tan estudiado lo tenía), la máscara se trasformó en una sonrisa cansada y una expresión indiferente.
Agitó las manos en el aire y me dio la espalda.

-Haz lo que quieras Scarlett-dijo al fin, en un tono que dejaba ver que estaba harta de mis insufribles contestaciones-siempre lo has hecho, y siempre lo harás.

-Veo que por fin estamos de acuerdo en algo-apostillé, aunque ella hizo como si no me oyera. Se dio la vuelta y me miró fijamente a los ojos.

-Desde que murió tu padre te has comportado como una ingrata, como una malcriada y una maleducada. Te lo he perdonado todo, he dejado pasar lo indecible, y aún así, ¡no cambias! ¡No haces nada por cambiar! ¡No pones nada de tu parte! ¿Y pretendes que yo lleve el peso de todo esto? Estás muy equivocada, Scarlett Shaw, si piensas que voy a hacerlo.

'Ay', pensé. 'Me ha dado donde duele'

-Claro mamá, lo que tú digas-contesté, como hacía siempre que sacaba el tema a relucir. Era como mi respuesta-comodín. Mi respuesta para casi todo.

Mi madre se dirigió a la puerta y se dispuso a salir, no sin antes darse la vuelta para mirarme fijamente.
Me ponía nerviosa que hiciera eso, y ella lo sabía. Me incorporé, me encogí de rodillas y apoye la barbilla entre ellas, intentando obtener una pose de total indiferencia.

-Tú nunca serás como él, Scarlett-dijo entonces mi madre, llamando mi atención.

-¿Qué?-pregunté, desconcertada por primera vez en mucho tiempo.

-He dicho, que nunca serás como él. Como tu padre. Nunca podrás llegar a serlo. Porque donde él era todo dulzura, amor, afecto y bondad, tu eres destrucción, antipatía, odio e ignorancia. Intentas aparentar algo que no eres, y lo único que siembras es ruinas a tu paso. Me destrozas a mi, y dañas a todo el que intenta portarse bien contigo. Estoy harta de la Scarlett en la que te has transformado. Ya no es sólo este incidente. ¡Es todo! Como me hablas, como me tratas... Estoy harta, Scarlett. Y no sé si podré soportar más tiempo, que me rompas tantas veces el corazón.

No me dejó replicar. Cerró la puerta tan fuerte, que repiquetearon los goznes de forma sorda.
Me sentía lívida, aunque no tuviera un espejo cerca.
¿Realmente mi madre, la simpática, jovial y atolondrada Jane, había dicho todo eso? ¿Sobre mi?
Las rodillas me empezaron a flojear, y tuve que tumbarme para no marearme.
¿Realmente... esa era la sensación que provocaba a los demás? ¿La sensación de... destruir todo lo que tocaba?
Lo peor había llegado con 'tú nunca serás como él'
Realmente, había sabido a que se refería desde el primer momento, pero mi propia barrera anti-daño me había hecho creer que lo desconocía.
Yo ya sabía que nunca podría ser como mi padre. Él era demasiado... Era demasiado. Así. En todos los aspectos. Todos le querían, a todos les caía bien, todos lloraron cuando se enteraron de su enfermedad, y más aún lloraron su pérdida, hará casi un año.
Yo nunca podría ser como él.
Nunca podría cumplir las expectativas que él en tan alto estandarte había dejado.
Y en el fondo de mi corazón, de mis entrañas, sabía que mi madre tenía toda la razón.
Me había convencido tan fuerte de que nunca podría ser como él, que había acabado convirtiéndome en su antítesis. 
Cerré los ojos, intentando que las lágrimas no salieran a flote, puesto que ellas eran las únicas capaces de guardar mi secreto.
Ese, que tan dentro escondía con el propósito de que nunca viera la luz.
Ese, que escondía una verdad tan grande como el universo.
Porque, si yo ya estoy completa, absoluta e innegablemente rota...¿cómo no voy a destrozar todo lo que hay a mi alrededor?







martes, 17 de septiembre de 2013

12. Mi amor.

El corazón me late al ritmo de tu parpadeo.
Es extraño cómo, después de todo, aún sigo deseosa de todo lo que tenga que ver con tu ojos... De verme reflejada en ellos como en agua turbia.
Aquélla sensación de sentirme minúscula si no es tu presencia la que me acuna, si no son tus brazos los que me acogen, tras tanta tormenta. 
Realmente, es cómo sentirme escrita en idioma braile, anhelante porque me leas... Ansiosa de tu tacto.

Y aún así, te preguntas si te amo.

Me preguntas si lo hago, como si pudiera hacer otra cosa en la vida que no fuese amarte.
Cómo si otro oficio o dedicación fuera a llenar mis ventrículos de la forma en que tu sonrisa lo hace.
Cómo si otra mirada fuera a ser capaz de provocar en mi lo que la tuya hace, sólo con rozarme con los ojos.
Eres, fuiste y serás mi gran dolor, y siempre vas a ser, fuiste y serás mi única cura.




lunes, 16 de septiembre de 2013

11. Pesadilla.

Abría los ojos después de una noche difícil.
No lograba entender porqué mis sueños cada vez se tornaban más en pesadilla, ni porqué ahora la realidad me resultaba tan complaciente.
Sólo sabía que no quería volver a abandonarme al sueño, porque me aterraba lo que pudiera encontrar al desaparecer.
Mis propios demonios internos amenazaban con salir a la superficie si no los aplacaba con mis palabras, para otros huecas y faltas de sentido, pero para ellos esperanzadoras y libres de mentira alguna.

'Escaparemos', les decía. 'Huiremos y seremos capaces de volver a empezar. Dejaremos de estar malditos, dejaremos de ser un lastre, y acabaremos convertidos en cenizas que el viento arrastrará hasta encontrar la paz.'

Y me creían. Creían todo lo que yo podía ofrecerles, y dejaban de lastimarme. Dejaban de dañarme, y de hacer daño a los que yo más quería. Dejaban de enjaularme en sueños, y me permitían despertar.
Era difícil sobrevivir así. Era difícil temer a los sueños igual que se teme una catástrofe.
Pero aún así, lo hacía.
Me abandonaba a la sensación de tenerlo todo bajo control, incluso cuando sabía que sólo era un espejismo.
Cuando sabía que, en realidad, ellos nunca dejarían de atormentarme.
Ellos nunca dejarían de recordarme, que aún queriendo escapar y salir de mi propia cárcel de sentimientos, ellos eran yo, todo lo que yo componía...

No dejarían de recordarme que, por mucho que intentara, luchara o gritara, yo nunca podría salvarme. 

domingo, 15 de septiembre de 2013

10. Esperanza.

Hoy, desperté sintiéndome parte de algo.
No necesariamente de un lugar, o un momento... No de ningún sentimiento, ni pálpito.

Hoy, siento que pertenezco al corazón de alguien. 

Que no soy prescindible, no tanto como creía. 
Que hay personas que creen en mi, en todo lo que hago y expreso, en todo lo que siento y anhelo. Que creen en lo que puedo llegar a ser, si se me deja. En lo que puedo llegar a conseguir, si no se me frena.

Y eso me hace feliz.

Me hace querer seguir adelante, y no cejar en el intento de enamorarme de la vida a cada segundo.



sábado, 14 de septiembre de 2013

9. Consumida.

Siento como nadie logra entenderme. 
Es como ser un complicado crucigrama en otro idioma muy distinto, o ser un jeroglífico de imposible descifrado.
Así me siento.
Siento como me consumo lentamente, mientras los demás creen en mi sonrisa, o en mis formas de hacer ver que estoy bien.
Pero la realidad, es que no lo estoy.
La realidad, es que las lágrimas hace mucho que forman parte de mi rutina.
La gente cree que es el amor, o la falta de él a veces... O incluso problemas de índole completamente distinto.
Pero no es así.
No lloro por evocar recuerdos del pasado, o para demostrar lo absolutamente dura que fui en una ocasión.

Lloro, porque las lágrimas son las únicas que conocen mi secreto.

Y son ellas las que, sin mi consentimiento, intentan hacer ver a los demás que lo que ocurre es que, de forma absoluta y abismal, estoy completamente destruida.


viernes, 13 de septiembre de 2013

8. Coraza.

Cae la noche, y ya no soy capaz de seguir luchando. Las fuerzas me abandonan, y todo el coraje del que siempre presumí, desaparece sin dejar rastro, dejándome vulnerable, presa fácil de cualquier alma cruel.
Las lágrimas ya cesan, pero el nudo en el corazón sigue pesando, doliendo y asesinando cualquier emoción que amenace con aflorar de nuevo. 
Me siento muy sola, y a la vez no quiero que nadie se acerque a mi.
Una vez, alguien me dijo que todo el que me toca, sale perjudicado. Que todo el que me ama, acaba dañado.
Y después de haber sido testigo de como tal afirmación se hacía realidad, sólo podía desear no tener nada.

¿Qué puedo romper ahora que cualquier aliciente de felicidad me ha abandonado?
Ahora, todo el mundo está a salvo, porque nadie se estropeará por mi proximidad.

Me visto de recuerdos fragmentados y de sensaciones contradictorias, y marcho así.
Me cubro el corazón con murallas infranqueables, y escondo el alma tras una coraza hecha a prueba de amor.
Y es así como todo acaba.
Porque tal cantidad de amor conocí, y tanto dolor causé por ello, que prefiero vivir mil vidas sola sin conocer más que lo que yo misma creo, a ver sufrir a alguien más, por mi terco corazón embustero.









jueves, 12 de septiembre de 2013

7. Pérdida.

Nadie podrá decirme nunca, 'no has de llorar por lo que se fue.'
Porque nadie nunca sabrá porqué lo perdí, o porqué le pedí que se marchara.
Nadie entenderá mis motivos, y mucho menos tu marcha... 

¿Pero de qué sirve llorar?

Nunca fui muy amiga de las despedidas, y sin embargo, no tuve más remedio que dejarte ir.
Nadie nunca podrá decir que no te amé, o que no te perdoné. Nadie, que no me arrastré, o que no me destrocé.
Porque nadie nunca sabrá porqué nos perdimos, o porqué te rogué que me dejaras.
Nadie sabrá nunca cuantas promesas rompiste, y mucho menos, cuantas ilusiones destruiste...

¿Pero de que sirve recordar?

Nunca fui muy amiga de las despedidas, y sin embargo, no tuve más remedio que dejarte ir.
Nadie nunca podrá decir que te lastimé, o que no te hice bien. Nadie, que me sufriste, o que en todos nuestros días, tu corazón sin reservas me diste.
Porque en realidad, nadie nos conoce. 
Nadie sabe porqué tus latidos dejaron de seguirme, y nadie sabrá porque mi corazón dejó de anhelarte. 
Porque mi alma llora cada vez que oye hablar de ti, y la tuya se fragmenta en mil pedazos cuando evoca cualquier recuerdo que te conduzca a mi.
Nos boicoteamos. Nos alejamos de la felicidad.

Entonces dime... ¿Por qué nos hacemos ésto?

6. Amanecer.

Cuando despierto, lo primero que mis ojos alcanzan a ver es su rostro.
Tan descansado. Tan en paz.
Ni rastro de la tensión que acarreaban sus hombros horas antes, ni tampoco de aquél ceño fruncido, o de las arrugas en la comisura de la boca que siempre se le forman cuando está nervioso.
Ahora, sólo existe en él la dulzura de un sueño profundo, y la calidez que me produce su cercanía.
Siempre que le tengo tan cerca, me siento un poco menos sola. 
Es como si de repente, el mundo se me echara encima, protegiéndome de cualquier peligro o daño, capaz se sacrificar cada segundo por todo lo que yo conformo. 
Nunca podría cansarme del amor que su sola presencia me produce.
Ahora se retuerce un poco entre las sábanas. Su rostro se crispa. 
No puedo pensar en su sufrimiento, incluso si éste está producido por algo que no es real.
Me acerco un poco más a él y le acaricio la mejilla, intentando tranquilizarle con el tacto de mi piel.
Su respiración se acompasa a la mía en cuanto nuestros cuerpos se unen. 
Es como si estuviéramos echos el uno para el otro. Cómo si yo no pudiera vivir en un mundo donde él no existiera.
Me acerco un poco más, hasta que el hueco que produce su cuerpo al hacerse una bolita entre las sábanas encaja perfectamente con lo pequeña que resulto yo. 
En cuanto nuestros cuerpos se rozan, noto como los latidos de su corazón se acompasan a los míos, provocándome una sensación de amor total que no creo ser capaz de expresar con palabras.
Sus brazos se cierran instintivamente en torno a mi, y apoyo mi cabeza en el hueco de su clavícula, inspirando su olor, ese que sé que no olvidaré nunca.
¿Puede alguien acaso ser más feliz de lo que yo misma soy en éste preciso instante?
Entonces, por alguna extraña razón que aún no llego a comprender, e incluso estando de espaldas a él, sé que ha abierto los ojos. Que observa mi cabello y respira de él. Que me ama con la misma intensidad que yo lo hago. Que tampoco es capaz de imaginar una vida sin mi.

- Te amo - susurra, sus dedos buscando los míos, para entrelazarlos con dulzura. Para hacerlos uno solo. 
- Y yo a ti, mi amor - soy capaz de decir, embriagada por el aroma a 'no me sueltes nunca' que emana de sus brazos.




miércoles, 11 de septiembre de 2013

5. Amistad.

Cuando nos separamos, Jonathan me agarró dulcemente de la barbilla.
-No dejaré que ese tío te arruine la vida, me ¿oyes? No dejaré que eso pase. 
Asentí, y el me soltó. 
Le miré.
-¿Qué haces aquí? ¿Cómo sabías que…?
-Lo supuse-dijo Jonh, con las manos posadas en las rodillas-estabas realmente pálida en el porche. Sabía que te pasaba algo, aunque no me lo dijeras-alzó la cabeza y esbozó una sonrisa-¿de verdad pensabas que me ibas a engañar? Te conozco demasiado bien, mas que a mí mismo, Kate.
-Pero…-desvié la mirada-la chica…
-Ah, Emma-dijo Jonathan-le dije que se fuera en cuanto te fuiste-me miró, incómodo-oye Kate, no pienses que…
No le dejé acabar. Le hice callar alzando una mano. 
-¿Ahora vas a darme explicaciones acerca de tus citas?-pregunté.
Ahora fue Jonathan quien desvió la mirada.
-No me ha parecido bien que tuvieras que ver algo así…no después de…-se calló y me miró.
Ahora lo entendía. Tenía miedo de que hubiese tenido una especie de deja vú. No se me había pasado por la cabeza.
Contra todo pronóstico, me eché a reír. Jonh me miró, sorprendido.
-¿Qué es lo que te hace tanta gracia?
-Tu extremada preocupación-respondí, cogiéndole cariñosamente del brazo-no debes preocuparte por eso. Tú no me recuerdas para nada a Peter. Tú eres Jonathan, mi Jonathan. Nada más.
Jonh me pasó un brazo por encima de los hombros.
-Eso suena bien, ¿no te parece?-dijo, alzando la cabeza para mirar las estrellas.
-¿A que te refieres?
Bajó la mirada y sonrió como él solo sabía hacer.
-Jonathan, el único-dijo, imitando a la perfección a aquellos tipos encargados de hablar en los tráilers de las películas.
Le di un empujón cariñoso, pero luego apoyé mi cabeza en su pecho y alcé la cabeza para también observar las estrellas. Ahora que el cielo estaba mucho mas despejado, las estrellas podían contarse por millares. Alumbraban la noche de una manera casi mágica. 
Y Jonathan, mi Jonathan, estaba junto a mi, protegiéndome de todo aquello que intentara hacerme daño, incluida yo misma.

4. Abandono.


Recojo los platos rotos que tú siempre antepones a todo lo que tiene que ver conmigo, y estoy segura de que ya no puedo estar más destruida.

Me detengo y observo mi reflejo en el cristal que son tus ojos, y sólo puedo ver como te alejas cada vez más, sin detenerte a pensar si todo ésto merece la pena.
Si desesperarnos hasta enloquecer nos merece algo que no sea destrucción y tormento.
Y resuenan en mis oídos esos ecos pasados de gritos en cualquier estación, y me estalla el corazón sin remedio, como si pudiera oír cada uno de mis pensamientos.
Y tú estás cada vez más lejos, como retándome a seguirte o a quedarme sola para siempre.


La perspectiva de no tenerte, me sabe a hierro en los labios.

Pero aún así, sigo arrodillada en el suelo, recogiendo los recuerdos en pedazos que tú te encargaste de aniquilar y esparcir hasta casi hacerlos desaparecer. 
¿Puedes sentirte orgulloso después de ésto?
Jugamos al son que marcabas, y peleábamos por ver quien caería primero al abismo.
Nunca pensé que ganar fuera peor que perder, pero a veces, así es.
Y me encuentro sola, desgastada, destrozada, quejumbrosa, recogiendo todo lo que tú has ido tirando a la espalda, y recomponiendo a duras penas todo lo que queda de mi. 
Y a veces me pregunto si conocerte fue azar, o si el destino te puso ante mi para enseñarme qué no era el amor.
Lo único que sé a ciencia cierta, es que mi corazón cerró por reformas, y no tiene prisa alguna por volver.
Lo único que sé es que mudé sentimientos, hasta casi desaparecer.

3. Yo no quiero estar en otra piel.

Aún con todas mis batallas perdidas y sonrisas exterminadas, me quedo con quien soy.
Me gustar saber cuando algo va a provocarme una tristeza inmensa, o cuando mi corazón va a encogerse sin que nadie se de cuenta, sin que nadie pueda llegar a percibirlo.
No es saludable encerrar tanto sentimiento dentro, y sin embargo, no concibo más vida y realidad que esa como motor de todo lo que anhelo; como esperanza de todo por lo que un día yo luché.
A veces siento que algo no va bien en mi, que hay algún factor en mi que se estropeó por el camino, o que alguna pieza se desligó en mi evolución de niña a mujer. 
Es como si fuera toda yo un puzzle sin sentido en el que las instrucciones faltan, o están escritas en un idioma extraño y vasto. Como sí en realidad, nunca pudiera estar completa.
Pero entonces recuerdo todo lo que tuve que caminar para llegar hasta aquí.
Todo lo que sufrí, esperé, perdoné e ignoré.
Y entonces ocurre.
No quiero dejar de ser la chica que se entretiene observando la inmensidad de un campo lleno de rosas, o la que camina por la orilla de la playa en busca de consuelo agua-sal. 
Quiero seguir desconcertando a los demás con mi actitud y pensamiento, y quiero continuar entendiéndome más de lo que nadie nunca logrará comprender.
Aún con todas mis batallas perdidas y sonrisas exterminadas, me quedo con quien soy, aunque ello signifique tener que recorrer cada uno de los caminos y atajos de la vida, sola. 



martes, 10 de septiembre de 2013

2. Si echo la vista atrás, mil cosas he dejado a medio hacer.

Creo que nunca le dije a mi madre cuanto la quería en realidad.
Tampoco me dije a mi misma todo lo que en su momento hubiera bastado para hacerme dejar todo lo horrible a un lado, todo el sufrimiento sin sentido que podría haberme ahorrado.
No recuerdo haber sonreído las veces que se consideran necesarias para ser tachado de feliz, ni haber llorado y no de pena, por todo aquello que me emocionaba en demasía.
No tengo recuerdo alguno de haber fomentado mis aptitudes, y tampoco recuerdo haberme parado a disfrutar de cada pequeño placer vital que se me presentaba.

Yo ya.. no evoco nada que tenga que ver con la ilusión o la esperanza, porque realmente la perdí en el momento en el que empecé a perderme.
No tengo memoria para más allá de todos estos rotos que ahora me atormentan, y aún así me desvelan flashes de luz que evocan dulces palabras y bellos rostros que sin embargo, nunca conocí.
Y eso es aún peor que no recordar nada, es aún peor que no haber sentido nada.

Imaginar momentos de luz entre tanta oscuridad que ni siquiera me pertenecen, es aún peor que recibir un remiendo más en el corazón.

1. Demasiadas ojeras ya acumulo, y sé que no es bueno.

Son de color casi ceniciento, y se me incrustan de forma cruel y quejumbrosa. Si, se quejan.
 De tener que acompañarme hasta en las pesadillas, y de tener que atormentarse cada vez que me miro al espejo. Ellas, tan reales como yo misma, me limitan y oscurecen.
Y no es que no pueda vivir sin sus angustiosos lamentos y sus pesarosos destrozos. Ya no sé como era la vida antes de conocerlas. De sentirlas tan mías y yo tan su sierva. De no poder separarlas de nada que me concerniera, y de no poder apagarlas como se apaga una vieja pasión enterrada. 
Cada una tiene su historia, su momento y su nombre. Pero también su olor, su esencia y su piel.
Cada una me revive los pasos equivocados, aunque a veces también me recuerda que no siempre estuvieron tan ligadas a mi. Algunas, incluso evocan recuerdos felices que ahora se tornan casi imaginados por una mente ansiosa por escapar.
Pero las más audaces, las más... vivas y envejecidas, me amonestan continuamente, y me hacen rememorar que fui yo la que decidió encadenarse a ellas. No dejan que olvide que fui yo y sólo yo la que decidió engancharse y no soltarse; la que, intentando de infinitas maneras salvar a los demás, siempre olvidó, que lo único que debía hacer era salvarse a sí misma.