lunes, 16 de septiembre de 2013

11. Pesadilla.

Abría los ojos después de una noche difícil.
No lograba entender porqué mis sueños cada vez se tornaban más en pesadilla, ni porqué ahora la realidad me resultaba tan complaciente.
Sólo sabía que no quería volver a abandonarme al sueño, porque me aterraba lo que pudiera encontrar al desaparecer.
Mis propios demonios internos amenazaban con salir a la superficie si no los aplacaba con mis palabras, para otros huecas y faltas de sentido, pero para ellos esperanzadoras y libres de mentira alguna.

'Escaparemos', les decía. 'Huiremos y seremos capaces de volver a empezar. Dejaremos de estar malditos, dejaremos de ser un lastre, y acabaremos convertidos en cenizas que el viento arrastrará hasta encontrar la paz.'

Y me creían. Creían todo lo que yo podía ofrecerles, y dejaban de lastimarme. Dejaban de dañarme, y de hacer daño a los que yo más quería. Dejaban de enjaularme en sueños, y me permitían despertar.
Era difícil sobrevivir así. Era difícil temer a los sueños igual que se teme una catástrofe.
Pero aún así, lo hacía.
Me abandonaba a la sensación de tenerlo todo bajo control, incluso cuando sabía que sólo era un espejismo.
Cuando sabía que, en realidad, ellos nunca dejarían de atormentarme.
Ellos nunca dejarían de recordarme, que aún queriendo escapar y salir de mi propia cárcel de sentimientos, ellos eran yo, todo lo que yo componía...

No dejarían de recordarme que, por mucho que intentara, luchara o gritara, yo nunca podría salvarme.